jueves, 28 de marzo de 2019

La infancia de Antonio Molle Lazo (2)



                                                                                                           R. P. Ramón Sarabia

     Y así era, en efecto, porque don Carlos, todo bien pensado, juzgó que para el desarrollo de sus negocios y hasta para hallar una colocación más conforme a sus aficiones y más segura para el porvenir de su vida, sería campo más favorable la populosa ciudad de Jerez, centro de muchas actividades y corte de muchas industrias, y cuando apenas su hijo Antonio había cumplido los cinco meses de vida, dejó su villa natal, Arcos de la Frontera, y entró por las puertas de la ciudad jerezana donde iba a hallar lo que iba buscando; pan abundante para sus hijos, horizontes más amplios para sus negocios, y sobre todo, medios más perfectos y cómodos para la buena educación de los hijos que rápidamente iban poblando el hogar.

     Hasta los cinco años, Antonio no salió de entre las faldas de sus madre, doña Josefa. El padre y la madre fueron los únicos maestros que tuvo aquel niño. Pero llegó un momento en que era muy conveniente que el niño saliera de casa y entrara en algún colegio de párvulos.


Antonio Molle Lazo



  R. P. Santiago Cantera

     Comenzaron a llevarle a la escuela de párvulos que en esa ciudad dirigía doña Nieves Sandoval. En aquel pequeño centro de formación, donde lo que primaban eran los juegos infantiles y una educación propia de la edad y de principios del siglo XX, se enseñaba además a los niños a rezar brevemente cada vez que el reloj daba las horas, para que así aprendieran a orientar todo el día y toda la vida hacia Dios. 


Antonio Molle con Doña Nieves en la escuela de párvulos




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