sábado, 30 de marzo de 2019

La infancia de Antonio Molle Lazo (3)



R.P. Hilarión Sánchez

     Antoñito, en posesión de sus primeras monedas, había sentido su yo acariciado por la mano sublime de este terrible don (como alguien llamó a esta libertad), motivo de ruina para unos y causa de gloria para otros.

     Este primer uso que de la libertad hace Antonio Molle es, en mi concepto, uno de los puntos biográficos que merecen más atención. Porque él nos revela, de un modo elocuente, toda la grandeza de la condición de su espíritu.

     "Cuando se le entregaba algún dinero -me dice doña María Josefa - no lo gastaba en chucherías infantiles que halagasen su gusto, sino que lo invertía comprándonos a su padre y a mí algún pequeño agrado." He aquí un panorama de grandeza donde se descubre toda esa gama de valores morales que habrán de formar, más tarde, la persona del héroe.

     Otros de los hermosos frutos que empezaba a madurar en la fecunda tierra del corazón de Antoñito fue la caridad.

     Bien seguro podía estar todo pobre que llegase a la casa de los señores Molle-Lazo, que estando en ella el benjamín de la familia, en el hallaría, sin duda, un abogado defensor. Y era así: no bien aparecía el mendigo en el umbral de la puesta, cuando Antoñito corría desalado hacia su madre, y clamaba: "¡Mamá!, ahí está un pobre". Y su manita se alargaba en ademán de recibir la recompensa de su petición. La madre depositaba en la mano de su hijo una moneda, que éste acariciaba con sus ojos negros, saboreando anticipadamente el triunfo que lograba su corazón socorriendo a aquel necesitado.

     "De tal forma le fascinaba la limosna - me dice la madre -, que a pesar del respeto profundo que me tenía, hubo ocasiones en que su grande generosidad de corazón, no satisfecha con las monedas que al pobre se le daba, le hacía brotar este dulce reproche: "¡Mamá!, ¿y qué va hacer este pobrecito con estos céntimos?" Y como la madre alegase la escasez de los tiempos y la multiplicidad de mendigos, Antoñito se conformaba, pero llevándose en su alma la pena de su pequeño ofrecimiento.




jueves, 28 de marzo de 2019

La infancia de Antonio Molle Lazo (2)



                                                                                                           R. P. Ramón Sarabia

     Y así era, en efecto, porque don Carlos, todo bien pensado, juzgó que para el desarrollo de sus negocios y hasta para hallar una colocación más conforme a sus aficiones y más segura para el porvenir de su vida, sería campo más favorable la populosa ciudad de Jerez, centro de muchas actividades y corte de muchas industrias, y cuando apenas su hijo Antonio había cumplido los cinco meses de vida, dejó su villa natal, Arcos de la Frontera, y entró por las puertas de la ciudad jerezana donde iba a hallar lo que iba buscando; pan abundante para sus hijos, horizontes más amplios para sus negocios, y sobre todo, medios más perfectos y cómodos para la buena educación de los hijos que rápidamente iban poblando el hogar.

     Hasta los cinco años, Antonio no salió de entre las faldas de sus madre, doña Josefa. El padre y la madre fueron los únicos maestros que tuvo aquel niño. Pero llegó un momento en que era muy conveniente que el niño saliera de casa y entrara en algún colegio de párvulos.


Antonio Molle Lazo



  R. P. Santiago Cantera

     Comenzaron a llevarle a la escuela de párvulos que en esa ciudad dirigía doña Nieves Sandoval. En aquel pequeño centro de formación, donde lo que primaban eran los juegos infantiles y una educación propia de la edad y de principios del siglo XX, se enseñaba además a los niños a rezar brevemente cada vez que el reloj daba las horas, para que así aprendieran a orientar todo el día y toda la vida hacia Dios. 


Antonio Molle con Doña Nieves en la escuela de párvulos




La Infancia de Antonio Molle Lazo (1)



       -Rvdo. P. Hilarión Sánchez-




     El pequeño Antonio nació en la pintoresca e histórica ciudad de Arcos de la Frontera (Cádiz). Era el 2 de abril de 1915. Madrugada de Viernes Santo. Ambiente empapado de soledad mesiánica y de tristeza redentora. La calle Bóvedas, de Arcos de la Frontera, es un río de seres humanos que suben y bajan, llevando estampada sobre sus rostros la huella de la compasión y sosteniendo entre sus manos, cirios pálidos y mortecinos como el Cristo que avanza entre una atmósfera de plegaria, de dolor y de silencio.

     En la misma calle y a la misma hora, el domicilio de la familia Molle-Lazo recibía con sobresaltos de regocijo desbordante, el nuevo fruto de bendición que Dios le prodigaba. Abría sus inocentes ojos a la hiriente luz de la vida un niño encantador, cuyo nacimiento aparecía envuelto en circunstancias que hacía sugerir al pensamiento ideas misteriosas sobre el destino de aquel "lirio" en botón.


     Jesús Nazareno, sobre su paso de faroles pálidos y pisando las punzantes espinas de su triste Calvario, pasaba cargando con su Cruz, por delante de la casa número 4 de la calle Bóvedas, pocos instantes después del nacimiento del pequeño Molle. Jesús llevó hasta la frente nacarina del recién nacido una gota de su martirio, y un haz de luces cárdenas ungidas con el beso de su propio dolor.


     El ángel de carne acababa de recibir del paciente Jesús la primera sonrisa de paz y la primera llamada al predestinado sacrificio futuro.



-Nuestro Padre Jesús Nazareno-

Casa familia Molle-Lazo



                                                                                    -Rvdo. P. Santiago Cantera-



     A los pocos días, el bebé enfermó y la madre, aún débil por el parto y hallándose ausente el padre por motivos de trabajo, sufrió sobremanera, pero con una fe firme. El medico ofreció un diagnóstico grave e incluso apuntó la posibilidad de una rápida muerte del niño. Ante esta situación, María Josefa Lazo prefirió no esperar al regreso de su marido y decidió que se le bautizase cuanto antes, como efectivamente se hizo en mayo del mismo 1915, en la iglesia de San Pedro de Arcos de la Frontera, con el nombre de Antonio.

-Iglesia de San Pedro de Arcos de la Frontera-

-Pila Bautismal de San Pedro-